sábado, 21 de marzo de 2015

Entre los lazos del descalzo que mira

No hay luz que pague cuentas al viento del deshielo.
No hay más que miedo y un halo invisible de una constelación que,
ahí firme, mantiene al cielo en su sitio,
 custodiando el firmamento.

No es frío, es escalofrío
lo que se escucha en las ondas del movimiento.
Casi silbidos son
los que azotan a los oídos.
Viento torrencial se viene.

Rápido! Corre hacia el río.
Ahí, el reflejo en el agua proyectado.
Si miras, se pierde.
Si observas, ya se ha perdido. 
Todo cambia.
Si estás atento, sólo llevarte 
el efímero recuerdo del instante.
Ninguno hay como el de antes.

¿Para qué mirar si nada permanece y
los recuerdos se pierden
 entre el dulce sonido del agua?
Ni el agua suena igual.
Ni antes; ni ahora.

¿Qué pasará?
Esa no es la pregunta.
Sin embargo, te encontraste con el asombro que,
se llevó todos los escombros. Y a hombros de ligereza,
ver y recordar con viveza,
 la suerte de la naturaleza que,
ni a ti ni a mi nos pertenece.
Sólo se nace y si te encuentras con ella,
te dará días con regalices. Eso,
no se dice, pero ahí pende de
un lazo aquello que guarda tu regazo 
como un regalo que a ti;
a mi;
a ellos, 
se nos ha otorgado.

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