miércoles, 3 de diciembre de 2014

La semiótica y los afectos desde la reivindicación de la memoria y el dolor en la obra de Alfredo Jaar




Alfredo Jaar es un artista de origen chileno que trabaja, meramente con el medio fotográfico, y además, se sirve de otros medios, como la instalación o el vídeo para reforzar el discurso que pretende transmitir en las imágenes que él mismo configura. Como punto de partida, toma de referencia los medios de comunicación para la selección y creación de sus proyectos. En su discurso artístico predominan los temas relacionados con la crítica social y política.  Muestra imágenes de sucesos que debieran permanecer en la memoria colectiva, hechos que han producido dolor en algunos sectores de la población mundial, e incluso, han llegado a rozar el horror. Recorre distintos países del globo como Estados Unidos, Canadá, Ruanda, México y Suecia, entre otros. Allí realiza investigaciones, intervenciones y exhibiciones. Alfredo Jaar está considerado un artista de notable influencia a nivel internacional.

Hoy en día son muchos los artistas que trabajan con los medios informativos, en especial la prensa escrita, para traducir su discurso al lenguaje del arte. La fotografía a lo largo de la historia ha jugado un papel importante a la hora de asociarse a la idea de mantener vigente la memoria colectiva, el dolor o el horror.

Evitar la reacción de indiferencia por parte del espectador es una de las mayores preocupaciones del artista. Por este motivo, siempre plantea métodos de contemplación de la obra en los que invita al espectador a involucrarse con el tema que presenta. En la muestra de algunas de sus obras, utiliza el recurso de la ocultación en algunas zonas de la imagen, o incluso, la elipsis para incitar a la sugestión de lo que pudo haber sido el acontecimiento; como ocurre en su obra Los ojos de Gutete Emérita, 1996; o Real Pictures, 1995, respectivamente.
En relación a la percepción de las imágenes y los afectos producidos en el espectador, la sociedad del siglo XXI se caracteriza por la sobreabundancia de información emitida por los medios de comunicación informativos o publicitarios. Mantenerse informado se ha convertido en una “necesidad”, para mantenerse actualizado en torno a lo que ocurre tanto a nivel local como mundial. El hecho de haber una sobreabundancia de información circulando para captar la atención de los destinatarios, provoca un rebose en los estímulos de los mismos, derivando en un estado de desconexión y, pérdida de la visión subjetiva de las cosas[1]. De acuerdo a esto, según Jonathan Crary, la sociedad está pasando por una crisis de desintegración subjetiva.
No hay espacio de tiempo vacío para la autogestión del yo, es decir, espacio requerido para la dotación de sentido y crítica de aquello que hacemos[2]. Entonces, podemos plantearnos una respuesta bastante sensata al: --¿por qué juega Alfredo Jaar con la sugestión de la información inherente de sus imágenes y no opta por aplicar la estrategia comunicativa empleada por los medios de comunicación? --Y  que él mismo aclara en uno de sus manifiestos:
Creo que para llegar a la verdad, es decir, a la esencia de las cosas, es necesario crear una imagen lo suficientemente potente y sencilla como para transmitir su mensaje intrínseco extraordinario[3].

En realidad, estamos acostumbrados a pensar en el arte como una experiencia que conmueve al espectador. Con todo lo dicho, no es del todo exacto que el espectador sea imperturbable ante la contemplación de imágenes[4].  En mi humilde opinión personal, el espectador  se ha olvidado de sí mismo en la sociedad líquida de la celeridad en la que vivimos y debe incitársele al recuerdo para que su sensibilidad no caiga en el olvido. Como seres humanos todos somos criaturas sensibles y vulnerables que sienten, padecen y empatizan. A través del arte, se recuperan los afectos de la memoria colectiva humana. Así lo describe Rabih Mroué:
No lo estoy contando para recordarlo. Al contrario, lo estoy haciendo así para estar seguro de que he olvidado. O, por lo menos, para estar seguro de que he olvidado algunas cosas, de que se han borrado de mi mente.
Cuando estoy seguro de que he olvidado, intento recordar qué es lo que he olvidado. Y al intentar recordar, comienzo a adivinar y a decir: quizás, tal vez, es posible, puede ser, probablemente, parece, da la impresión, no estoy seguro pero, etc. De este modo, reinvento lo que había olvidado sobre la base de que realmente lo he recordado. Después de un tiempo indefinido, lo vuelvo a contar. No para recordarlo, no, sino para estar seguro de que lo he olvidado, o por lo menos algunas partes, y así continuamente. Esta operación puede parecer repetitiva, pero es todo lo contrario, porque es una negativa a regresar a los comienzos y qué sabes tú de los comienzos? De este modo, sigo oscilando entre recordar y olvidar, recordar y olvidar, recordar y olvidar, hasta que llega la muerte. Recurro a la muerte para hacerme redescubrir todo de nuevo. Y aunque alguna vez no hubiera nada nuevo, eso sería en sí mismo un descubrimiento[5].

Rabih Mroué trabaja con la memoria colectiva como también hace Alfredo Jaar. Recordar para no regresar a los comienzos, es la razón por la cual Mroué reflexiona sobre los temas que giran en torno a la memoria. Hacer presencia de una ausencia es lo que Alfredo Jaar pretende rescatar en los retratos de toda la gente o lugares significativos retratados en sus fotografías, en las que sin decirse nada, cuentan los hechos en los que estas personas que padecieron o fallecieron para que sus voces, desde el silencio, sean escuchadas[6]. Como bien dijo Jean-Luc Godard en Histoire du cinèma:Toda imagen es producto de una reflexión previa al disparo. Pienso , luego veo.[7]

Según Maurice Halbwachs en su libro Los marcos sociales de la memoria, 
la mayoría de nuestros recuerdos se manifiestan en el momento que nuestros parientes, amigos u otras personas los evocan. Es en la sociedad donde normalmente el hombre adquiere sus recuerdos, el allí donde los evoca, los reconoce y los localiza. […] Lo más usual es que uno se acuerda de aquello que los otros nos inducen a recordar, que su memoria viene en ayuda de la mía, que la mía se apoya en la de ellos. Los recuerdos son evocados desde afuera y los grupos de los que formo parte me ofrecen en cada momento los medios de reconstruirlos, siempre y cuando me acerque a ellos y adopte, al menos temporalmente sus modos de pensar. 
[…] Los recuerdos subsisten en el espíritu bajo forma inconsciente, para llegar a ser conscientes cuando se les recuerda[8].

En la experiencia del arte, un factor significativo son los afectos. El arte es, por tanto, una forma de consuelo cultural compartido[9]. El dolor y la reivindicación del recuerdo son temas palpables en las fotografías que Jaar pretende compartir con el mundo. El dolor se experimenta sólo en tanto cuanto se interpreta. Siempre pertenece a un lugar, tiempo y persona determinados. El dolor humano nunca puede ser intemporal[10]. 

Gran parte de la obra de Alfredo Jaar, se ha generado en torno a  investigaciones realizadas a raíz del genocidio producido en Ruanda. Sucesos como éste han ocurrido en distintos lugares, tiempos y afectado a personas de otras etnias; -no por ello ninguno de estos deja de tener su importancia. Si se toma como referencia, el holocausto judío para poner en relación el significado del dolor que han podido sentir las personas involucradas en el genocidio de Ruanda, podemos ayudarnos a verbalizar el significado sensible que tienen estas imágenes. Aquí se muestra el testimonio E. Wiesel, superviviente al holocausto:
Lo que yo intento hacer es introducir tanto silencio como sea posible. Desearía que mi obra no sea juzgada un día por las palabras que he escrito, sino por su peso en silencio. Si pudiera comunicar el silencio, es decir, la incomunicabilidad, entonces habría justificado en una pequeña parte mi propia obra[11].

Finalmente, se pretende concluir el breve ensayo a favor de la defensa del arte como medio favorecedor de los afectos. Ante la contemplación de una obra de arte, la gente se ve viendo como igual. El arte es un objeto sensible, mientras que la imagen de los medios de comunicación no. Y ante la contemplación de un objeto sensible, todos nos volvemos sensibles por igual; es algo que lleva a la emancipación o, dicho de otra manera, a la transcendencia[12].

Bibliografía

Libros
      DIDI-HUBERMAN, Georges y otros. Alfredo Jaar: La política de las imágenes. 1a Edición, 2008, Santiago, Chile. Ed. Metales Pesados. Pág.131. ISBN:978-956-8415-18-1.
     MORRIS, David. La cultura del dolor. 1ª Edición, 1991, Santiago, Chile. Ed. Andrés Bello. Pág. 392. ISBN: 956-13-1062-7.

Fragmentos
     HALBWACHS, Maurice,  Prólogo. En: Los marcos sociales de la memoria. Págs: 7-11. Barcelona, España. Ed. Anthropos. ISBN:84-7658-692-2.
     RAMÍREZ, Juan Antonio. El objeto y el aura. (Des)Orden visual del arte moderno. 1ª edición, 2009. Madrid, España. Ed. Akal. Págs: 30-33.
     ZAFRA, Remedios. Elogio del párpado o ventanas para el tiempo. En: Un cuarto propio conectado. Págs: 14-19. [En línea]. Fecha de consulta: [13 de noviembre de 2014].

Documentos WEB
     JAAR, Alfredo. Web oficial. [Fecha de consulta 9 de octubre de 2014] Disponible en web: <<http://www.alfredojaar.net/>>
     ZAMORA, José A. Isegoría No. 23, 2000. Estética del horror, negatividad y representación después de auchwitz [En línea]. [Fecha de consulta: 22 de noviembre de 2014] [Última fecha de consulta en 16 de enero e 2015]:  . Disponible en: <<isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/article/download/.../54>>









[1] Sobre la sobreabundancia de información en el paradigma de la información digital: ZAFRA, Remedios. Elogio del párpado o ventanas para el tiempo. En: Un cuarto propio conectado. Págs: 14-19. [En línea]. Fecha de consulta: [13 de noviembre de 2014].
[2] ZAFRA, Remedios. Elogio del párpado o ventanas para el tiempo. En: Un cuarto propio conectado. Págs: 14-19. [En línea]. Fecha de consulta: [13 de noviembre de 2014] .
[3] JAAR, Alfredo. Web oficial. [Fecha de consulta 9 de octubre de 2014] Disponible
en web: <<http://www.alfredojaar.net/>>
[4]Exit book. Repensando el placer visual: estética y afecto. Susan Best.

[5] Rabih Mroué en Catálogo para la exposición Rabih Mroué. Imágenes mon amour. Fabrications. En Ca2m. Comisariada por Aurora Fernández Polanco.
[6]Aludiendo a la obra Telecomunicatión, 1981 de A. Jarr, en la que se muestra el grito de calle que realizan las mujeres en Belfast y se hayan golpeando el pavimento con tapas de cubos de basura, con el fin de reivindicar el olvido de los huelguistas de hambre del IRA.
[7] Jean-Luc Godard en Histoire du cinèma por Jean-Luc Godard.
[8] HALBWACHS, Maurice,  Prólogo. En: Los marcos sociales de la memoria. Págs: 7-11. Barcelona, España. Ed. Anthropos. ISBN:84-7658-692-2.
[9] Exit book. Repensando el placer visual: estética y afecto. Susan Best.
[10] MORRIS, David. La cultura del dolor. 1ª Edición, 1991, Santiago, Chile. Ed. Andrés Bello. Pág. 392. ISBN: 956-13-1062-7.
[11]  Sobre el testimonio del escritor  húngaro E. Wiesel, superviviente a los campos de concentración del Holocausto Nazi, en: ZAMORA, José A. Isegoría No. 23, 2000. Estética del horror, negatividad y representación después de auchwitz [En línea]. [Fecha de consulta: 22 de noviembre de 2014] [Última consulta 16 de enero de 2015] Pág 6 del documento. Disponible en: <<isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/article/download/.../54>>

[12] SCHILLER, Friedrich. Cartas para la educación estética del hombre.